jueves, 10 de febrero de 2011

Argumentación

Los cuentos son muy viejos
por Hilda Ocampo. Diario La Opinión. En Dvorak, Trisha, Thomasina Hannunm y Guadlupe Valdés. Composición: proceso y síntesis. Segunda edición. New York: McGraw-Hill,1989.


     Dice María Luisa Bember en el prólogo del  film Juguetes: "Desde la infancia, las expectativas de conducta son distintas para cada sexo. Se educa a los hijos de manera específica para que actúen de manera específica. Los juguetes y los cuentos no son inocentes: son el primer condicionamiento cultural".
     Por ello, quisiera ocuparme acá de mostrar cómo los cuentos infantiles han reforzado y refuerzan los esterotipos masculino y femenino tal como los conocemos. Los varones tienen el monopolio del coraje, la imaginación, la iniciativa, la astucia, el gesto heroico, la solidaridad con sus congéneres así como también la posibilidad de emplear la violencia, ya sea en defensa propia o como medio para conseguir sus fines. A las mujeres nos queda la abnegación, el somentimiento, la mansedumbre, la rivalidad con nuestras congéneres, la fragilidad y hasta el servilismo rotulado como actitud positiva.
     A las mujeres de estos cuentos, ya sean ellas reinas o plebeyas, no se les conoce otra ocupación que la de amas de casa. Los varones, en cambio, realizan toda clase de tareas, desde gobernar hasta hachar leña. En los varones se recompensa la iniciativa y el espítitu de aventura con poder y riquezas. En las mujeres se recompensa la abnegación y el somentimiento con el matrimonio y punto.
     Para describir al héroe de un cuento, el autor puede elegir entre una amplia gama de cualidades humanas, pero describir a la heroína es más simple: joven y bella.
     Librada a su propia iniciativa, Blanca Nieves puede sólo realizar sus quehaceres domésticos o caer en las trampas de su madrastra. Como Caperucita y como la Bella Durmiente, no sabe cuidar de sí misma. Por ello debe de ser salvada por el buen corazón de un leñador, más tarde por los enanitos y finalmente por el príncipe. Esta bella joven, hija de rey, canta y sonríe mientras barre y cocina para siete enanos mineros.
     El personaje de la madrastra, tanto de Blanca Nieves como la de la Cenicienta, ilustra no solo la tristemente célebre rivalidad entre mujeres sino también la advertencia de que una mujeres activa lo es solo en la maldad.
     No hay una sola bella heroína que sea inteligente y audaz. Algunas son irremediablemente bobas (o irremediablemente miopes). Caperucita cree que el lobo en cofia y camisónn era su abuela y Blanca Nieves es incapaz de ver que la viejecita que trata de envenenarla es su madrastra disfrazada.
     Las mujeres fuimos siempre las culpables de toda desgracia (y algunas religiones se han encargado de enfatizarlo). Porque la madre de Caparucita no sabe cuidar de su hija, y de brujas y madrastras mejor no hablar. Pero a los padres (varones), se los exime de culpa y cargo: demasiado ocupados con cuestiones de Estado o con su trabajo, o simplemente están influenciados por una mala mujer. Excepción hecha de Barbazul y el ogro de Pulgarcito, los varones de los cuentos son juzgados con gran benevolencia. El Gato con Botas miente, roba y mata. Nadie se lo reprocha. Es el héroe que triunfa.
     El valiente, el audaz, el capaz del gesto heroico para salvar a las niñas bellas de las garras de lobos, madrastras y Barbas Azules, es siempre un varón. Con la sola excepción del Hada de Cenicienta. Pero, claro, en el mundo de la magia, todo es posible.
     A la Bella Durmiente, la única actividad que se le conoce es la de haber metido su principesco dedito donde no debía. Así fue dormida pro el huso de la bruja y fue despertada por el beso del príncipe. El príncipe caza, monta, explora y descubre mientras la bella duerme.
     Y se podría seguir. Pero esto ya da una idea de la misoginia (odio a las mujeres) implícita en los cuentos que van formando las personalidades de nuestras hijas y también las de nuestros hijos.
     Habrá servido de algo si sólo una persona, madre o padre, se inquieta, toma conciencia y se hace capaz de contar a su hija alguno de estos hermosísimos cuentos con los cambios necesarios para que la niña pueda verse a sí misma como poseedora no sólo de ternura y afecto sino también de la inteligencia, audacia, imaginación y solidaridad. Y a su hijo como poseedor no sólo deinteligenica, audacia, imaginación, y solidaridad, sino también de afecto y ternura.

3 comentarios:

  1. Que cuanto chino es este?
    Quizás son sus puntos de vista pero hay muchos otros, y no siempre los jóvenes van a actuar de esta manera, ademas no todos tiene el mismo pensamiento por ende no a todos va a pesarles esto, no se puede generalizar; generalizar es el error más grande que los seres humanos hacen.........
    Estoy Dispuestos a entrar en dialogos acerca de estos temas, espero comentarios

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    1. Claro, como es hombre y seguro no tiene hijas :/ usted es el típico chico que describe la autora.

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